La alarma la puse a las 2.30 am pero abrí los ojos a las 2:29. En serio. Estuve alerta un minuto antes de que sonara… a levantarse, y ya. Vea a ver qué hace con el susto que tiene porque nadie va a correr por usted.
Como siempre, dejar todo listo y acomodado la noche antes es la clave para alistarse tranquilo, rápido y sin sobresaltos. A las 3 am comencé a desayunar: yo me traje prácticamente el desayuno para la habitación: jugo, tostadas, miel de abeja, fruta, todo lo tenía aquí a la mano para no estresarme de dónde conseguir la comida. Cuando salí hacia el punto de encuentro, a las 3 y 40 am, todavía estaba oscurísimo, pero en la calle iban decenas de carros hacia la línea de salida. Madrugada de maratón.
Bien uniformada con la camiseta chi, por suerte, me reconocieron dos compañeras que me dieron ride. No me molestaba la idea de caminar los 800 metros que separan el hotel de la salida, pero agradecí el viajecito y llegamos a tiempo para estirar y calentar todos juntos.
Terminamos de estirar y tenía las manos sudando del miedo… creo que nunca me he puesto tan nerviosa antes de correr. Para peores había llovido en la noche y parte de la madrugada, así que la humedad prometía ponerse complicada cuando saliera “el macho”.
Nos colocamos en la salida… ¡tantas caras conocidas! A las 5 en punto, salimos a correr 5, 10, 21, 30 y 42 kms en Tamarindo.
Comencé con la idea de que en cuanto hiciera los primeros 10, lo demás se iría “resbaladito”. Sin embargo de los 10 a los 15 kms. se me hizo bastante largo porque salió “el macho”. Sí. Salió el sol y hay poca sombra en la ruta, sin embargo no lo tuve de frente hasta el retorno.
Pocas veces he visto una carrera con tan buena hidratación. Tomé toda el agua que pude, me eché encima toda el agua que pude, había hidratante por todos lados y nunca sentí sed: en este tipo de clima, menos que eso hubiera sido fatal. Agua y agua, y nada de kilómetro 15.
Cuando por fin apareció el punto de retorno, me dije –“ya vamos con la mitad resuelta, ahora resista y mantenga el paso”. Pero justo dando la vuelta, un grupo de barrigones se estaban haciendo los simpáticos diciéndole cosas a la gente que corría. Los ignoré hasta que uno de ellos dijo:
-“Vaya, ya le faltan como 200 kilómetros… jaja”
Y me encachimbé.
No aguanté, y aunque a la gente insolente no se le debe contestar nada, le grité mientras daba la vuelta:
– … ENTONCES VENGA! ¡CORRA! ¡CORRA, VENGA A VER SI ES CIERTO!
Sólo escuché detrás de mí los aplausos del juez y las risas de los otros que se quedaron basureando al insolente que obviamente, no corrió detrás de mí. Ese episodio me liberó mucho estrés.
A estas alturas de la carrera ya se veía poca gente en el trayecto, solamente me seguía topando a los de maratón que tenían que dar doble vuelta… agotador, sólo verlos era agotador, pero también me daba fuerza y ánimos pensar que si ellos seguían, yo también seguía.
De los 15 a los 20 se aligeró el asunto, tanto que pude alcanzar a algunos de mis compañeros que se me habían adelantado al inicio, pero de nuevo, los últimos kilómetros fueron los más difíciles. La entrada a Tamarindo se hace eterna, y para ser sincera, sentí que las piernas me dolían. Una leve molestia en la rodilla me asustó, porque a estas alturas no me he lesionado, pero rápidamente me controlé y pensé “diay qué querías, ¿que no te doliera nada…? cancelado, no es lesión”. El dolor se fue al rato yno regresó.
Ya el tránsito se estaba abriendo en las calles, así que me topé los carros de la gente de 5, 10 y 21 kms que ya iban de salida y nos aplaudían para animarnos. Ok. Son 5 kilómetros más y terminamos. Dios mío, sólo 5 pero qué largos.
Hasta que pasó un señor en carro, cuya cara no voy a olvidar nunca, y me vio a los ojos y me dijo “¡valiente!”.
La emoción me ganó, y aunque no tenía lágrimas porque toda el agua y la sal ya las había sudado, lloré y le puse ganas a mis últimos metros.

Atrás, sin camisa: mi entrenador, Alvaro. A la derecha, de blanco: Julio Mena, y los demás compañeros aplaudiendo al cierre...
De nuevo, y parece copy paste de otros post, me topé la cara sonriente de mi entrenador, que me extendió la mano para “chocarla”, choqué la mano con él y aceleré, como me gusta, para cerrar como él nos enseñó: ¡con todo! Otro compañero del equipo, Julio Mena, corrió a la par mía hasta que llegué a la meta.
Ví el reloj: 3,38.41 Apenas 14 minutos más que mi fondo de Turrúcares. Más feliz, imposible. Porque esto es otra cosa, esto es una carrera dura, difícil, intensa.
De inmediato saqué como 4 jaleas de guayaba que andaba en el bolsito, para evitar cualquier bajonazo de azúcar, y ya con la medalla en el pecho me fui por un banano y una sandía.
Abrazar a los compañeros que le aplauden a uno es genial: venimos igual de fundidos, cansados, y nadie entiende mejor a un corredor que otro corredor. Nos quedamos en la meta esperando a los maratonistas, y con cada llegada de ellos – Anyo, Rolando, Andrés, Luis, Luz, Gustavo, don Carlos, Mari, Sasthia y Kike – lloré sin lágrimas de la emoción de verlos.
¡¡¡Lo hicimos!!!
Yo sé que mis tiempos no son la octava maravilla, no tengo trofeo especial ni rompí mis marcas, pero aquí uno viene a aprender el valor de vencerse a sí mismo. Esto es un camino largo, se cometen errores, se superan miedos. Y yo miro hacia atrás, cuando hace un año vine por 10 kms, y siento un progreso enorme. No lo hubiera logrado sin un grupo y un entrenador como los que tengo.
Pero quedaba otra sorpresa: de repente me abrazó en la acera una muchacha con camiseta amarilla que decía “Las Monas”. Ella es Rebeca, ella lee este blog y me había mandado un correo contándome que dejó de fumar, que perdió peso, y que hoy había venido por sus primeros diez kilómetros. Wow, qué chavalaza. Qué inspirador conocerla. El blog me sirve a mí para sostenerme en este esfuerzo, pero si le ha servido a alguien como a Rebeca, ¡enhorabuena! Nos tomamos la foto, y estoy segura de que el otro año la veré aquí, en Tamarindo, correr su media maratón. Ó 30 kms. Lo que ella se proponga.
Eso es correr: lo que uno se proponga. No sé en qué punto dejé botado el susto de la salida, pero a esta hora, ya serena y con los pies en alto, veo las tennis maltrechas y la medalla, consciente de que me queda un fondo madre, probablemente en altura, para hacer la carrera que me tiene aquí: la maratón de Nueva York.
Buenas noches, Tamarindo.
Tiempo oficial 3:38:45 / Tiempo del chip 3:37:55